miércoles, 18 de febrero de 2009

Creerás en el fantasma de navidades pasadas...

He visto esta calle, esta casa, aquella de allí, una plaza de no recuerdo qué lugar, las puertas de un imperio obsoleto, el puerto de una nación ya erosionada por el peso de las páginas de la historia. He visto viejos rostros robados que se suceden de un lugar tras otro y me he regocijado en placer del anonimato. Hago una parada en un puente que ha visto demasiadas caídas de hojas y recuerdo lugares que antes vi con los ojos de la inocencia. Recuerdo el tacto de la alta hierba de primavera aún húmeda por la lluvia de la mañana, el olor a tierra mojada, los ladridos de un viejo labrador negro, comer a disposición de mi voluntad de los placeres que la tierra me brindaba por aquel entonces. Como si de una hilera de imágenes se tratase, me asaltan y me embriagan durante unos minutos que transcurrieron más rápido de lo que yo pensaba y pienso en la franja que separan mis ojos de aquel confortable entonces...

Ahora se en qué se ha convertido todo aquello. Las calles concurridas de gente agonizan por un diluvio que no tardará mucho en llegar. Ya no encuentran tiempo para preguntarse si están satisfechos con la vida que llevan o con la persona que creen ser. Ahora tenéis que miraros con una enorme bufanda de hipocresía y contar historias triviales que no llevan a nada. Os miráis para comparar si vuestras mundanas posesiones son más o menos preciadas que las de un cualquiera y así poder alimentar vuestro ego de la manera más vil y rastrera. Estáis demasiado ocupados creyendo todo lo que os dicen que habéis olvidado vivir vuestra propia vida y os dedicáis a luchar por unos ideales que para nada son vuestros. El sopor de un estilo de vida está contento con vosotros, porque le habéis abierto los brazos sin pestañear, porque, mientras todo vaya sobre raíles, a quién va a importarle.

Sois tan divertidos como estúpidos, porque habláis y habláis de lo mucho que os preocupa esto o lo que ha dicho el otro y desde fuera se os ve tan sumidos en vuestra irrisoria disputa que casi llegáis a convencerme de que lo que decís son ideas vuestras y no sobadas palabras de boca de un primero. Y es que si supierais de verdad lo que vosotros mismos guardáis dentro...pero no queréis saberlo porque así os va mejor. Cegados y borrachos de vuestra irritante estupidez. Ya no se os puede hablar de nada porque habéis simplificado tanto vuestro sistema que resultáis aburridos, cuanto menos.

Por eso me teméis, por eso me señaláis, por eso evitáis hablar de ciertas cosas conmigo y por eso, justamente por eso, teméis abriros a mi. Yo he visto vuestro verdadero rostro y es una mueca desfigurada tan parecida a una gárgola que casi os podrían anidar golondrinas en la boca. No queréis que os muestre, ni al mundo, cómo pensáis, sentís, juzgáis y por qué lo hacéis, porque en el fondo es vuestra forma de vida: salto, caigo, ruedo, me levanto, muero, vuelve a empezar. No digo que yo me salve de la quema, digo que yo, al menos, soy consciente de que mis limitaciones quedaron atrás hace mucho y por eso os entrego a vosotros mi nihilismo. Porque se que no os va a servir ya que no podéis asimilarlo, pues no lo entendéis ni lo entenderéis. Para vosotros es más difícil no creer en nada que llenaros la cabeza con lo que ya conocéis y no os cuestionáis.

Por vosotros me he desvinculado de todo lo que creía tener importancia, por vosotros me resuta todo tan aburrido, por vosotros me he sentido un extranjero en mi propia casa. Señalado, escudriñado y observado con recelo. Vosotros sois los únicos responsables de haber creado vuestro propio fantasma de navidades pasadas y pronto asumiréis las consecuencias. Si es que alguien no ha recibido ya su tanto por ciento de justicia. Y ya no hablo de moral, porque yo mismo he renunciado a todo ello por tener que sobrevivir junto a vuestra sin-razón. Hablo de estrujar vuestra mente tan profundamente que os veáis obligados a reconoceros en el espejo.

Lo que más me angustia es no poder hacer cuentas con mi diestra y entregaros lo que merecéis. Algún día podréis preocuparos por cosas reales, hablar con la cabeza y el corazón, pensar por vosotros mismo. Pero ese día queda lejos...Hasta entonces, permitidme seguir esgrimiendo mi máscara blanca (que aseguro ha pasado de sobra inadvertida) y descansar en mi palco de terciopelo. La función, os garantizo, que no tiene desperdicio alguno...




1 comentario:

  1. Bravo... muchísimos de los problemas de la sociedad a ras de suelo demuestran que somos en cierto modo pusilánimes... y nos agarramos a modos de vida que se han repetido más de 40 millones de veces, y que no hemos inventado... y si alguien se sale del camino, enseguida lo señalamos y escudriñamos en su ánimo a ver por donde se le puede atacar. Consigues con párrafos mostrar un desgarramiento de ira que a la vez es exquisito... me ha encantado, un saludo desde calle melancolía

    ResponderEliminar